miércoles, 11 de junio de 2008

NOS QUEJAMOS DE VICIO

Nos quejamos de vicio, la denuncia, totalmente injustificada, de los vecinos de Las Margaritas y el Rosón-Kelvinator por la atención sanitaria dispensada en barracones está completamente fuera de lugar.

¿Cuál es el problema? Tienen consultas de Médico de Familia, Pediatría y Enfermería; la prestación es gratuita (todavía), los profesionales sanitarios cobramos nuestro sueldo completo a fin de mes y el edificio dispone de todos los adelantos que la sociedad moderna pone a nuestra disposición: luz eléctrica, agua corriente, teléfono, etc. Tenemos hasta aparcamiento.

¿Masificación, dicen? No valoran como merecen la cantidad y calidad de las relaciones humanas que se establecen y estrechan (nunca mejor dicho) en ese marco incomparable, céntrico y rodeado de la universidad, con sus jardines, sus estudiantes y el buen rollito que se respira en ese ambiente de sabiduría.

¿Instalaciones deficientes? De eso, nada, al contrario, la distribución de consultas y pacientes está hecha con una exquisitez absoluta, aplicando criterios de sentido práctico como la ergonomía y la separación por grupos de población: El módulo antiguo, de techos bajos, está destinado a personas mayores, de baja estatura (para que se sientan más arropados) y también a la creciente población emigrante que habita en Las Margaritas que, por cierto ¿De qué se quejan? ¿En sus países de origen tenían ambulatorios? Es más ¿Tenían médicos? No puede ser, les das la mano y te cogen el brazo entero. Los módulos prefabricados, más modernos y funcionales, están destinados a los nuevos habitantes de El Rosón-Kelvinator, personas, por lo tanto, más modernas y funcionales. Instalaciones modélicas, diría yo.

¿La culpa también será de Esperanza Aguirre, claro? Se rumorea que el Ayuntamiento cedió, en 2007, a la Comunidad de Madrid un solar, al final del espacio donde estaba la Tropic. Yo, personalmente, no me lo creo. Si la Comunidad dispusiera de un solar ya habría construido el ambulatorio, aunque tuviera que hacerlo Güemes con sus propias manos, menudo es.

No hay manera, en cuanto surge la más mínima dificultad, por pequeña que sea, no desperdiciamos la oportunidad de tirar con bala a nuestra gran lideresa. De verdad, Presidenta, yo no he sido. No quiero irme desterrado a un hospital privado, en la Chimbamba Central, con menos sueldo y sin medios para trabajar en condiciones. De verdad, de verdad de la buena, son estos rojos inconformistas que se quejan de vicio.

2 comentarios:

Saint Just dijo...

Comparto con Usted aquello de quee se quejan de vicio. Usted como miembro de la comunidad médica a tenor de los contenidos esteticos de su Blog, debe ser el primero en felicitar y hacerse solidario con la politica sanitaria de la Comunidad de Madrid, si es un buen español como en tal concepto le tengo. Me explico:no se ha dado cuenta Usted de la estrategia emprendida por los ciudadanos de sabotear constantemente el sistema, a saber, esa maliciosa mania de ponerse enfermos, y encima los jodidos tienen la pretension de querer curarse. Vamos si es que no tiene remedio prefieren, con maldad y alevosia, hacer esperas mas largas que la del jabalí para que les den unas pastillas, no sera vicio, no seran drogotas. Pregunte a esas mujeres que en vez de ocuparse de su casa insisten en denunciar el retraso en la cita para mamografias, esa mania de querer enseñar los pechos no puede ser otra cosa que el maldito top-less. Por no hablar de esa tendencia a dejar a los abuelos los viernes por la noche en Urgencias y recogerlos el lunes, ahi si les hemos pillado: al puto pasillo pues no pretenden los familiares escamotear un plato los fines de semana. Ya sabe recete vitaminas, pero las de palo que es la unica que entienden.

Dr. De Luna dijo...

Esoy abrumado por la contundencia y la precisión de sus argumentos pero, este es un caso de puro pragmatismo en defensa propia: Yo con poder trabajar, aunque sean 65 horas, y cobrar a fin de mes pera porder comer todos los días y, si es posible, tres veces; me conformo.

Por cierto, no disuada usted a la gente de la costumbre de ponerse enferma que me veo en la calle y, entonces, echaré mucho de menos esos benditos barracones.

Ahora que reparo en ello, me va a ir dejando usted de fumar.