sábado, 28 de junio de 2008

NOVELA NEGRA EN GETAFE




CAPÍTULO 2: La perfecta combinación de ocio de negocio

Con la puesta de sol a las afueras de San Agustín de Guadalix, en el Club Mississipi, las chicas andaban un poco revueltas; la luz de la Sala Azul, uno de los reservados más caros del establecimiento, se acababa de encender, signo inequívoco de que la noche iba a ser productiva, muy productiva. El encargado, tipo de aspecto patibulario con tatuajes hasta en las plantas de los pies, hablaba por el interfono con los clientes de la Sala y preparaba una bandeja con una cubitera, vasos, una botella de Whisky de Malta y una cajita de plata con materia prima para varios “tiritos”. Los clientes eran viejos conocidos de la casa y había que tratarles bien en todo lo que pidieran, cuando las propinas son de cuatro cifras allí curra hasta el pianista.

- Fanny, ven acá p’acá – Llamó el encargado a una colombiana delgadita de no más de 20 años - Lleva esto a la Sala Azul, lo dejas y te vienes, sólo te quedas si ellos te lo piden y, sobre todo, sonrie.

- ¿Quién son? Jefe - Preguntó Fanny colocando con mimo su pecho en el descomunal escote.

- El Dani y el Sapo, unos hombres de negocios. Cuánto menos sepas, mejor.

El interior de la Sala Azul era, eso, azul. Un azul hortera y chillón con molduras doradas y un póster con palmeras que ocupaba toda la pared del fondo; un sofá de terciopelo azul, blue velvet lo llamaban, ocupaba parte de la pared de la derecha que remataba en el rincón con un enorme jakuzzy, esta vez blanco. La pared de la izquierda estaba oculta tras una enorme cama con dosel y sábanas de raso azul y, en el centro, languidecía una mesa de madera con más marcas que el mordedor de un rotwailer.

Fanny llamó discretamente y un gruñido rijoso le franqueó la entrada, el Sapo siempre había sido un caballero...

- A ver, hijo puta, apaga el móvil que ya me la liaste una vez - Profirió el Sapo, entre risotadas, mientras agarraba al Dani por el cuello.

- No me toques los cojones, Sapo, que sabías que te estaba grabando. Además, ahora, a burro muerto la cebada al rabo - Respondió el Dani zafándose de la presa y metiendo un billete de 20 en el escote kilométrico de Fanny.

- El burro muerto lo serás tú, pringao, que a mí me han puesto coche oficial. Ya verás como esto te revive –

El Sapo manipulaba con pericia una tarjeta de crédito dejando claras dos cosas: Dominaba el manejo de las tarjetas y de la farlopa. El Dani, esperando su turno de aspiradora, se puso solemne.

- Estoy jodido, Sapo, me tienen acorralado. Me están pidiendo el dinero hasta los más cercanos y yo no puedo hacerles frente, encima, con la puta crisis, me dan por la casa del Escorial la mitad de lo que me costó y gracias.

- Te dije que lo metieras en un paraíso fiscal y no lo tocaras, por si acaso.

- Pero tengo que vivir...

- Te alcanzaba para todo, lo que pasa es que te pierde eso de llamar la atención porque ya me contarás a qué venía la gilipollez esa del avión.

- ¡Qué sabrás tú de marketing! Además, me va a dar lo mismo, me estáis fallando todos: “S”, Andy, tú, la jefa, ... Vamos a tomarnos la noche como una fiesta de despedida y después, Dios dirá.

- ¿De despedida? ¡No jodas! Despedida de qué

- De todo, a lo mejor me largo

- Tú sabrás, si no te ven por Getafe se van a mosquear del todo y se va a liar gorda

- Como no me quede embarazado...

- Tú lo has dicho, a follar tocan

El encargado asentía con la cabeza lo que le decían por el interfono y, acto seguido, mandaba a la Sala Azul a Fanny, Andrea, Irina y Carla quienes, con sentimientos encontrados, sonreían en una mezcla de asco y la seguridad de tener la noche resuelta.

En el rincón más oscuro del Club Mississipi, junto al interfono, un burbon con cerveza mostraba la posición de Emilio, su mirada perdida en dirección a la pared no haría sospechar que no había perdido un detalle de lo ocurrido durante la ultima hora.

Un vehículo de gran cilindrada aguardaba a su propietario en la penumbra del aparcamiento con el depósito lleno de gasolina y el maletero lleno de dinero metido en bolsas de deporte.

(Continuará)

domingo, 22 de junio de 2008

NOVELA NEGRA EN GETAFE (Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad)


CAPÍTULO 1: Una proposición interesante

Emilio arrastraba los pies por los adoquines de la plaza Palacios dosificando las escasas fuerzas que le quedaban después de haber dormido dos horas, la gabardina arrugada le delataba: había vuelto a acostarse vestido. Sus ojos, enrojecidos tras las gafas de sol, agradecían la mortecina luz de esa mañana de invierno; en su mente esperaba que las nubes negras y panzudas que cubrían el cielo empezaran a descargar, de un momento a otro, las desgarradas notas de un viejo saxofón.

- Joder qué pedazo de resaca tengo - pensó - Voy a tener que dejar de darle al burbon con cerveza.

Al volver la esquina de Álvaro de Bazán, el olor de los contenedores de basura del supermercado mandó disparado su estomago hacia la garganta. No había peligro, lo traía vaciado de casa. Encendió un pitillo para atenuar el sabor acre que notaba en la boca y la música de su cabeza se cargó un poco más de bombo. ¿Quedaban aspirinas en la oficina?

En la puerta del minúsculo local que tenía alquilado estaba esperando una mujer joven, morena, bajita hasta con tacones y bien vestida. Le sonrió al verlo aproximarse, era una bonita sonrisa para un día tan feo. Algo es algo.

- ¿Eres Emilio Gutiérrez, el detective? - Preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

- Lo que queda de él - Respondió Emilio, en una bocanada de humo. Arremangó los faldones de su gabardina y empezó a rebuscar en los bolsillos del pantalón intentando separar las llaves de un montón de monedas.

El interior del local era austero tirando a miserable, una vieja mesa de madera, un archivador desvencijado y dos sillas con mucha experiencia a ambos lados de la mesa. El tintinear de la luz fluorescente le disuadió, por el momento, de prescindir de las gafas de sol. Se sentó y, con un gesto, invitó a la mujer a hacer lo propio.

- Tú dirás - Alcanzó a decir Emilio guiñando los ojos, ya desprotegidos.

- Mi nombre es “S”, trabajé varios años para un empresario triunfador que ahora tiene problemas, ya sabes, la vida igual te sube que te baja.

- A veces sólo te baja - Interrumpió él mientras mascaba, a pelo, una aspirina que había sacado del cajón.

- El caso es que yo desempeñaba un puesto de responsabilidad y, cuando me despidió, pactamos mi salida mediante un compromiso, por escrito, de confidencialidad, a cambio de una jugosa compensación económica.

- ¿Y cuál es el problema? - La vista de Emilio, ya acostumbrada a la luz, analizaba a la pequeña mujer, más atractiva que la media y menos de lo que ella se pensaba.

- Me temo - “S” hizo una pausa y tomó aire con fuerza. – Me temo que, cualquier día, la policía va a llevarse todos los archivos y con ellos, el documento que firmé, lo que me dejaría en una situación muy comprometida,, ya sabes... Si tienes conocimiento de la comisión de un delito, tienes obligación de ponerlo en conocimiento de las autoridades, si no, serás acusado de complicidad...

- Vale, esa me la sé. Y yo, ¿Qué pinto en todo esto?

- Necesito que entres en las dependencias de la empresa y me devuelvas el compromiso que me obligó a adquirir.

- A cambio de mucha pasta...

- De la que tú te vas a llevar una parte...

Emilio se recostó en el respaldo de la silla y el guruño que formaba la gabardina se le encajó entre los riñones.

- ¿De quién se trata? - Preguntó Emilio convencido por la contundencia de los argumentos de “S”.

Ella le mostró una fotografía de un periódico y le miró a los ojos - Ya os conocéis ¿verdad?

Emilio no necesitó mirar la foto dos veces, conocía de sobra al misterioso empresario, ya había hecho algunos trabajitos para él. Lo último, buscar los trapos sucios de un concejal al que quería tener cogido por las pelotas, por si venían mal dadas. El encargo de “S” no iba a presentar dificultades, las oficinas de la empresa estaban desprotegidas, sin un mal vigilante por las noches, nada comparable al fortín que eran cuando trabajó para ellos. Dinero fácil, pensó.

- Voy a darme una vueltecita, a ver como está el patio. Va a ser difícil - Mintió Emilio. – Dame un número de teléfono y te cuento como va el asunto.

- Toma, mi tarjeta. No la lleves encima, si te pillan no te conozco de nada.

- No te preocupes.

Emilio, cortésmente, acompañó a “S” los dos metros que la separaban de la puerta mientras hacía el cálculo del número de burbon con cerveza que se tomaría para celebrarlo.
(Continuará)

lunes, 16 de junio de 2008

CUIDADO CON LA LIDERESA, MUERDE


He visto, mirado, remirado y vuelto a mirar, las imágenes del afloramiento de la verdadera Esperanza Aguirre ante las protestas de unas trabajadoras del Hospital Ramón y Cajal y, aunque algo sospechábamos, la realidad supera cualquier expectativa: altiva, soberbia, desafiante, malencarada y con un punto de agresividad que nos hace pensar que si no hubiera habido cámaras delante alguien habría visitado Urgencias.

El “bicho” ya venía calentito por esas cosillas que están pasando en su partido sin pedirle permiso y, escuchar el nombre de Gallardón y perder los papeles, fue todo uno. A esto le añades la presencia intimidatoria de los guardaespaldas y desistes de cualquier tentación de hacerle cara, so pena de que te la deshagan.

Este tipo de actitudes mueven a la reflexión, a hacerse preguntas:

- ¿Tienen estos políticos al día su cartilla de vacunaciones (sobre todo de la rabia)?

- ¿Parten del convencimiento de que los trabajadores públicos son un mal transitorio con el que hay que acabar cuanto antes?

- ¿Los ciudadanos que no les votan son prescindibles?

- ¿Y los que les votan?

- ¿Creen firmemente que el mejor sindicalista es el sindicalista muerto?

- ¿Intentarán privatizar también los sindicatos?

- ¿Entre sus múltiples asesores cuentan con alguno de artes marciales?

- ¿Cuándo algo no sale bien, cuál es su comportamiento en privado con los que tengan la desgracia de cruzarse en su camino?

- ¿Cuántas veces ha visto Gallardón en famoso video?

- ¿Y Rajoy?

- ¿Babeaban?

- Cuánto tiempo tardará Telemadrid en grabar un reportaje, con cámara oculta, contra la plantilla del Hospital Ramón y Cajal? (Que sea cierto o falso carece de importancia).

Lo único seguro es que dotar a la lideresa una imagen afable, simpática y conciliadora se nos a va poner en un pico, eso no lo cubre ni Corporación Dermoestética ni su veterinario.

miércoles, 11 de junio de 2008

NOS QUEJAMOS DE VICIO

Nos quejamos de vicio, la denuncia, totalmente injustificada, de los vecinos de Las Margaritas y el Rosón-Kelvinator por la atención sanitaria dispensada en barracones está completamente fuera de lugar.

¿Cuál es el problema? Tienen consultas de Médico de Familia, Pediatría y Enfermería; la prestación es gratuita (todavía), los profesionales sanitarios cobramos nuestro sueldo completo a fin de mes y el edificio dispone de todos los adelantos que la sociedad moderna pone a nuestra disposición: luz eléctrica, agua corriente, teléfono, etc. Tenemos hasta aparcamiento.

¿Masificación, dicen? No valoran como merecen la cantidad y calidad de las relaciones humanas que se establecen y estrechan (nunca mejor dicho) en ese marco incomparable, céntrico y rodeado de la universidad, con sus jardines, sus estudiantes y el buen rollito que se respira en ese ambiente de sabiduría.

¿Instalaciones deficientes? De eso, nada, al contrario, la distribución de consultas y pacientes está hecha con una exquisitez absoluta, aplicando criterios de sentido práctico como la ergonomía y la separación por grupos de población: El módulo antiguo, de techos bajos, está destinado a personas mayores, de baja estatura (para que se sientan más arropados) y también a la creciente población emigrante que habita en Las Margaritas que, por cierto ¿De qué se quejan? ¿En sus países de origen tenían ambulatorios? Es más ¿Tenían médicos? No puede ser, les das la mano y te cogen el brazo entero. Los módulos prefabricados, más modernos y funcionales, están destinados a los nuevos habitantes de El Rosón-Kelvinator, personas, por lo tanto, más modernas y funcionales. Instalaciones modélicas, diría yo.

¿La culpa también será de Esperanza Aguirre, claro? Se rumorea que el Ayuntamiento cedió, en 2007, a la Comunidad de Madrid un solar, al final del espacio donde estaba la Tropic. Yo, personalmente, no me lo creo. Si la Comunidad dispusiera de un solar ya habría construido el ambulatorio, aunque tuviera que hacerlo Güemes con sus propias manos, menudo es.

No hay manera, en cuanto surge la más mínima dificultad, por pequeña que sea, no desperdiciamos la oportunidad de tirar con bala a nuestra gran lideresa. De verdad, Presidenta, yo no he sido. No quiero irme desterrado a un hospital privado, en la Chimbamba Central, con menos sueldo y sin medios para trabajar en condiciones. De verdad, de verdad de la buena, son estos rojos inconformistas que se quejan de vicio.