miércoles, 31 de diciembre de 2008

jueves, 25 de diciembre de 2008

PEQUEÑO CATÁLOGO DE INOCENTADAS


Es tradición por estos lares emplear el día 28 de diciembre en demostrar a los demás nuestra existencia en forma de divertidas bromas, chanzas, algarazas o burlas que nos recuerden nuestra condición de seres humanos de natural inocencia (en el aspecto pasivo) o de desbordante ingenio (en el aspecto activo). Dicen los que saben de esto, que de todo hay, que la diferencia entre broma y putada radica en la dosis de divertimento de quien la sufre aunque, cuando el asunto se desata, ya no reparemos en sutilezas y vayamos al “Cuanto más gorda, mejor”.

Como la fecha se acerca peligrosamente y corremos el riesgo de vernos inermes ante esos cabrones que todos tenemos cerca, he preparado un somero catálogo de bromillas desprovistas de toda maldad, para que dispongamos de cierta capacidad de respuesta ante los desafíos, cuando no, abiertas provocaciones, a los que, sin ningún tipo de duda, nos veremos sometidos.

Modo escatológico (un clásico):

- Levantar la tapa y la tabla del inodoro y colocar una capa de film transparente que cubra toda la superficie de la taza, procurando que quede bien tensa de modo que ninguna arruga delate su presencia. Bajar nuevamente la tabla y la tapa y esperar que la naturaleza siga su curso. Se aconseja tener a mano el cubo y la fregona.

- Seguramente hayamos visto en alguna ocasión, en los puestos de artículos de broma, unas chapitas dentro de una pequeña caja que dicen que simulan el ruido de cristales rotos y es cierto. El procedimiento aconsejado es el siguiente: Esperamos a que el dueño/a de la casa vaya al baño, dejamos transcurrir unos 15 segundos de modo que la micción no tenga marcha atrás, gritamos el nombre de algún niño que haya por la casa y tiramos con estrépito las mencionadas chapitas. En cuestión de segundos aparecerá nuestro objetivo con una sospechosa mancha de humedad en los pantalones.

- Si alguien nos cae verdaderamente mal y le tenemos muchas ganas, tenemos la venganza al alcance de la mano en forma de unas gotitas de laxante líquido vertido en el café o la copa. El efecto no será inmediato pero si implacable. Siempre se le puede echar la culpa al socorrido garrafón.

Modo automoción:

- Quitar con disimulo las llaves del coche a nuestro objetivo, con una excusa salir raudo y cambiarlo de sitio, dejándolo fuera de la vista, devolver las llaves discretamente y esperar agazapado a que el propietario vaya a recogerlo. La cara, gestos, aspavientos, dudas y, por fin, las maldiciones que proferirá harán las delicias de grandes y pequeños.

- Hacerse con un puñado de globos pequeños, de los de agua y colocarlos en los tubos de escape de los coches aparcados en el garaje de la empresa. A la hora de la salida, aquello parecerá Valencia en plenas Fallas.

- Si alguien nos cae verdaderamente mal y le tenemos muchas ganas, tenemos la venganza al alcance de la mano con la ayuda de cuatro granos de arroz que colocaremos en cada una las válvulas de las cuatro ruedas de su coche. Volveremos a enroscar el tapón de plástico y éste presionará al grano que se alojará en el interior de la válvula haciendo que el aire vaya saliendo poco a poco. Al cabo de un rato los neumáticos estarán vacíos y apoyados en la llanta. Además, el propietario se llevará una alegría al comprobar que las ruedas no están pinchadas ni rajadas.

Modo aseado:

- Introducirse en el baño de la víctima armado con un frasco de Betadine que vaciaremos en el del champú, lo agitaremos bien para que emulsione y lo volveremos a colocar en su sitio. A la mañana siguiente, nuestro desdichado inocente mostrará una cabellera de un atractivo color panzaburra completamente irresistible.

- En todas las grandes superficies existe un stand en el que se pueden adquirir pequeños frasquitos de colorantes alimentarios concentrados. Una vez elegido un color y con la ayuda de una jeringuilla, lo inyectaremos en la pasta de dientes (que últimamente son de colores, lo que facilita el truco) y confiaremos en los hábitos higiénicos de nuestro objetivo que, probablemente, se tire las siguientes 24 horas sin sonreír.

Modo gastronómico:

- En estas fechas, en todas las secciones de juguetería de los grandes almacenes, hay cocinitas infantiles que, como accesorios, llevan diferentes imitaciones plásticas de gran calidad de distintos alimentos (embutidos, quesos, marisco, etc.) que colocaremos sobre rebanadas de pan y/o en platos para agasajar a nuestras visitas y que tratarán de escupir disimuladamente para no ser los únicos que piquen. Divertido.

Modo alarma social:

- Aparatoso pero impactante. En la rotonda del avión, junto a la Pza. de Pinto, se construye, ante el morro del mismo, un andamio que se cubrirá de lonas que simulen un rascacielos. Se sienta uno en un banco de la plaza y se deleita con las caras de los viandantes. Esta broma tiene el inconveniente de ser muy trabajosa y debe construirse la noche anterior con el consiguiente riesgo de denuncias.


Hay muchísimas más pero tampoco es cosa de convertir a honrados ciudadanos en delincuentes habituales.


Suerte.



domingo, 21 de diciembre de 2008

REGALOS NAVIDEÑOS


¡Cuánto lo odio! ¿Es verdaderamente necesario lo de los regalitos? No veo llegar el momento de armarme de valor y lanzarme a navegar por las procelosas aguas de los grandes almacenes, los medianos almacenes y los pequeños almacenes con una temblorosa tarjeta de crédito y ninguna idea en la cabeza.

No me malinterpretéis, me agrada hacer regalos (aunque me agrada más recibirlos), lo que detesto profundamente es ir de compras, deambular como un boxeador sonado por las tiendas de mi barrio, por la calle Madrid o por las grandes superficies; mirar miles de cosas y no ver ninguna, llamar clandestinamente a la familia para preguntar por la talla de pantalones de fulanito o el perfume que usa menganita. Un lío de cojones.

Hablando de cojones, tampoco he pensado en qué presentes serían los adecuados a nuestra clase política que, con tanta donosura, nos ha deleitado durante este turbulento 2008, es más, no sólo a la clase política sino también a otros personajes dignos (o indignos) de mención para este humilde opinador. Generoso que es uno.

Vamos a veeeeer...

- Pedro Castro, insigne Alcalde: Un NTMEL XL (No Te Metas En Líos, talla grande), Curioso aparato electrónico que consta de un micrófono conectado a un ordenador que, en tiempo real, traduce las palabras pronunciadas a un lenguaje PC (políticamente correcto) y las manda a los altavoces. Viene de serie en modo “ahorrador de disculpas”.

- Ignacio Sánchez Coy, Concejal de Vivienda: Un trailer lleno de piezas de Lego para poder construir sin depender de las fluctuaciones del mercado del ladrillo.

- Sara Hernández, primera Teniente de Alcalde y muchas cosas más: Un disfraz de Shiva, la diosa hindú con ocho brazos, para poder atender adecuadamente a todas las obligaciones que tiene contraídas.

- David Castro, Concejal de los Dineros: Un Monopoly tuneado.

- José Manuel Vázquez (Zole), Concejal de Urbanismo y Cultura (¿?): Un juego de palos de golf para que vaya practicando.

- Carlos González Pereira, Presidente del PP de Getafe y concejal de lo mismo: Edición de lujo, encuadernada en piel de Rajoy, del libro “Esperanza Aguirre, mi luz, mi faro y mi guía".

- Santos Vázquez, ex: Una cesta de Navidad, por los servicios prestados, que NO contenga ningún producto de “El Almendro”.

- Esperanza Aguirre, LIDERE S.A.: Un disfraz de Sarah Palin, con unas vacaciones pagadas ad eternum en Alaska.

- Tomás Gómez, jefazo del PSOE madrileño: El episodio de Barrio Sésamo en el que Coco nos muestra cómo distinguir la izquierda de la derecha.

- David Moreno Pingarrón, él: El libro de memorias de Bernard Madoff titulado “Cuando hagas algo, hazlo a lo grande”

Bueno, ya tengo éstos, sólo me queda comprar todo lo demás...


domingo, 14 de diciembre de 2008

CARTA A LOS REYES MAGOS (2ª parte)


Dicen que los adolescentes han desarrollado extraordinariamente las habilidades del dedo pulgar de tanto mandar sms, y hasta durmiendo lo mueven compulsivamente para mandar sus sueños a los amigos. Debe ser cierto, yo, modestamente, también sufrí esta molesta costumbre ya que, durante los dos meses que permanecí ingresado en la planta de traumatología del hospital, mi dedo gordo se puso en forma de tanto apretar la maquinita esa que suministra microdosis de morfina cada vez que se percibe algún amago de dolor (¡Qué gran invento!). Fueron los días más placenteros de mi existencia, vivía en un estado de bienestar absoluto: optimismo, buen rollo, tranquilidad, relajación, ánimo de colaboración máxima, ... Ni siquiera me quejé cuando volvieron a meterme en ese quirófano que ya era como el salón de mi casa porque, al parecer, con las prisas de la reconstrucción, me habían dejado las uñas del pie a la altura del empeine.

Esto es como el Yin y el Yang, cada cosa buena tiene su contrapunto desagradable y yo, que soy un libro abierto, mostré rápido mis debilidades. El primero en darse cuenta fue mi jefe que, dado que yo estaba de baja, vino a pedirme autorización por escrito para incluirme en el ERE de la empresa y se lo di gustoso. Después todo fue a peor... A la salida del hospital había abrazado la fe cristiana, protestante, judía, musulmana, budista, taoista, hare krishna, era miembro del Opus Dei, de las iglesias Baptista, Anabaptista, Evangélica, de Jesucristro de los Santos del Séptimo Día, la Cienciología. Había firmado suscripciones al Círculo de Lectores, Discolibro, Pornografía/Necrofilia/Bestialismo para Todos, el Club del Gourmet y las asociaciones de amigos de la paloma torcaz, el silbo guanche, Traficantes Sin Fronteras y un sin fin más de entidades variopintas. Me cuentan que algún celador se sacó un dinerito extra ordenando la lista de espera para acceder a mi habitación. ¡Qué panda de hijos de puta!

La convalecencia en mi casa no fue mucho mejor, si alguien ha tratado de moverse en silla de ruedas por Las Margaritas sabrá de lo que estoy hablando, constantemente te encuentras con bordillos, escalones, vehículos de todas clases abandonados, aparcados o en movimiento (más peligrosos estos), mobiliario urbano colocado estratégicamente para entorpecer el paso y con el agravante de vivir en un tercer piso sin ascensor y depender de la buena (¿?) disposición de mi hijo de 16 años para subirme a caballito por las angostas escaleras en pleno mes de Agosto. Afortunadamente esta situación duró poco ya que, una tarde, descansando a la sombra fresca de un árbol en el parque de la Pza. Jiménez Díaz, me quedé dormido presa del cansancio y, al despertar, descubrí con sorpresa y espanto que me habían robado la cartera, el reloj, las gafas de sol, el mp3, el tabaco y las ruedas y la silla descansaba apoyada en unos ladrillos apilados. ¡Que panda de hijos de puta!

Con el inicio de la rehabilitación empecé a ver la luz al final del túnel (pero sólo era un tren que venía en dirección contraria), me cambiaron los restos de la silla, previo pago de las ruedas, por unas muletas ultramodernas de esas de diseño; un modelo experimental dotado de los últimos avances en materia de ergonomía y tecnología punta. ¡Vaya cagada! Lo de los apoyamanos (o como se llamen) que se adaptaban a la forma y la fuerza ejercida no estaba mal, lo del empleo de materiales ligeros no estaba mal, lo de los topes antideslizantes del extremo inferior no estaba mal pero lo de introducir unos muelles a modo de suspensión en el centro del bastón no facilitaba el cumplimiento estricto de las instrucciones que me dieron: Bajo ningún concepto debe apoyar el pie en el suelo. Pues bien, a cada paso que daba (que intentaba dar), el bastón encogía o se estiraba caprichosamente de tal manera que más que un accidentado en trance de recuperación parecía el bailarín ese negro tan simpático del Ballet Zoom pero sin la sonrisa luminosa. Para no apoyar el pie dañado tuve que apoyar consecutiva o simultáneamente pero siempre con violencia: el otro pie, las rodillas, las caderas, la tripa, el pecho, la espalda, el culo, la nuca, la cara o la nariz. Con el agravante de que en un gimnasio proliferan las máquinas, bancos, camillas o instrumentos de distinto pelaje pero parecida dureza que, a la semana de tratamiento, me hicieron asemejar a un ecce homo. El resto de enfermos se traía a amigos y familiares que, con total desprecio a mi dignidad, jaleaban mis movimientos erráticos, como los de una avutarda coja y borracha que baila break dance y los acompañaban por palmas. ¡Qué panda de hijos de puta!

Ahora ya estoy mucho mejor, esta clínica ha sido lo que yo necesitaba. Unas personas muy amables, todas vestidas con una inmaculada bata blanca, me tratan muy bien, Hasta me han dado una habitación toda ella acolchada para que no me vuelva a hacer daño. ¡Qué maravilla! Piensan en todo: Buena comida servida calentita y con puntualidad, cubiertos de plástico para que no me haga pupa, nadie se ríe de mí y me hablan de usted.

No sé todavía si fue buena idea intentar hacer tragar las muletas al diseñador cuando me reconvino por no usarlas adecuadamente y me llamó torpe de mierda. No sé. Yo las acompañé de generosas dosis de ketchup y era verdad que los apoyamanos (o como se llamen) se adaptaron a la forma de la boca de su autor y a la fuerza que yo ejercía. No sé, quizá debí hacerlo directamente con el gallo de cerámica y me habría evitado todos estos meses de tortura y sufrimiento.


De todas maneras, queridos Reyes Magos o Papá Noel o Santa Klaus o quien coño sea: sois todos una panda de hijos de puta.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

CARTA A LOS REYES MAGOS (1ª parte)


Queridos Reyes Magos o Papá Noel o Santa Klaus o quien coño sea:

Decir que este año he sido bueno se queda corto, muy corto; es más, de puro bueno creo que he sido gilipollas.

Empecé el año mal (va a ser cierto eso de la maldición de los bisiestos). Precisamente el Día de Reyes, como es costumbre, desayuné en casa con mi familia el tradicional roscón, con tan mala suerte que la sorpresa que contenía (un gallo cerámico primorosamente trabajado por su creador, con su pico, su cresta, sus patas, sus espolones, su colorista plumaje en la cola y demás formas plagadas de aristas) fue engullida por mí con bastante ímpetu y con tal puntería que noté con alarma como se me saltaba violentamente un empaste. Presa del sobresalto me atraganté y, al intentar despejar mis vías respiratorias para coger aire, el gallo, sus múltiples aristas y los restos de roscón mezclados con café discurrieron, esófago abajo, sin posibilidad de vuelta atrás.

Respecto a la digestión no cabe mencionar ningún aspecto reseñable en su primer tramo sin embargo, la parte final ya fue otra cosa: Soporté pinchazos sin cuento durante unas horas que me parecieron meses, hasta tal punto que mis intestinos acabaron pareciendo un acerico ¡Y todavía faltaba la culminación del proceso...!

Llegado el momento, a la vez temido y deseado, lo intenté, juro que lo intenté de todos los modos posibles e imposibles, naturales o artificiales, espontáneos o inducidos y, ya envuelto en gritos de dolor insoportable, no me quedó otra opción que acudir a Urgencias. Allí se me alivió mediante una epidural y un sabio trabajo facultativo que nunca agradeceré bastante aunque, sinceramente, hubiera preferido una anestesia general que me habría evitado escuchar los poco sutiles comentarios de los presentes en el quirófano y de todos los que acudían presos de la curiosidad.

Tras una semana de convalecencia con baja médica, la reincorporación a mi puesto de trabajo en la fábrica no fue mucho mejor; sólo comentar que, durante el turno de mañana, hubo que parar tres veces la cadena de producción ante la imposibilidad manifiesta de mis compañeros por cumplir con sus tareas, afectados por los estertores propios de la risa compulsiva. ¡Qué panda de hijos de puta!

Pasaron unos meses sin más novedad de la continuada ingesta de dieta blanda hasta que llegaron las Fiestas de Getafe, el momento elegido por mí (y por mi médico, no sin algún consejo jocoso relativo a la deglución de piezas cerámicas) para volver a la normalidad y resarcirme.

Craso error. Dejándome llevar por el alegre bullicio, el generoso trasiego de alcohol, después de cinco meses de sequía y, por qué no decirlo, el ambiente de cachondeo que reinaba en la Plaza del Canto Redondo; observé en la acera, huérfano de toda atención, un balón de Nivea que estaba pidiendo a gritos que alguien le diera una patada furiosa y contundente y... quise hacer una gracia. Durante la vivaracha carrerilla hacia mi objetivo, un grupo de jóvenes intentó disuadirme pero no me amilané y cargué todo el peso de mi cuerpo en la patada.

Decir que se me saltaron las lágrimas al instante sería injusto por escaso, decir que la reverberación del golpe me llegó hasta la nuca sería injusto por pobre, decir que me desmayé del dolor sería injusto por optimista y decir que, en Urgencias, en el mismo maldito quirófano, se reunió más gente en esta ocasión para observar como, mediante una palanqueta quirúrgica, me desincrustaban tarso, metatarso, dedos, tendones y músculos del maleolo y procedían a reconstruirme el pie en una operación que duró catorce horas, sólo sería una pálida constatación de los hechos.

Resulta que, los jóvenes que intentaron pararme, se habían estado entreteniendo en pintar de azul una de las pesadas bolas macizas de granito que hacen el papel de toscos bolardos en algunas aceras de nuestra ciudad. ¡Qué panda de hijos de puta!

Continuará...

sábado, 6 de diciembre de 2008

VENGA, VALE, HABLEMOS DE LOS TONTOS DE LOS COJONES


Partiendo de la base de que, con su exabrupto, el que ha quedado como un tonto de los cojones ha sido Pedro Castro, no tengo más remedio que reconocer que cuando alguien, en este caso el sector más talibán del Partido popular, se tira a la yugular de otro y hace presa para saciar su sed de sangre; mi tendencia natural es ponerme en “modo prevención” y observar lo que ocurre.

Poco a poco cada quien va mostrando sus cartas y, a la vista de las reacciones de unos y de otros, mi conclusión es que la afortunada frasecita del Alcalde, más aún si cabe habiendo sido Presidente de la FEMP en detrimento de Regina Otaola, ha dado la excusa perfecta a la LIDERE S.A. y su trouppe para darle a Rajoy unas cuantas patadas en el culo de Pedro Castro.

Desde luego, si se le sigue calentando el pico, el Superalcalde va a tener que llevar detrás una legión de bomberos armados con un termómetro y extintores de CO2 que, al más mínimo atisbo de calentamiento oral, le peguen una buena rociada de polvo congelado y se lo llevan en volandas como un Frigodedo integral a la cámara de descompresión.

Como sabréis, Pedro Castro no está en mi Top Ten de políticos favoritos, ni siquiera en el Top Cien; mi tendencia es, como siempre ha sido, bastante más a la izquierda; no obstante, al ver como la jauría que todos los días se alimenta del discurso del insulto permanente, la carencia absoluta de respeto, el filibusterismo político más miserable y los intereses más espurios como Jiménez Losantos y compañía, se escandaliza por un calentón (y posterior disculpa), no tengo por menos que, en este caso y sólo en este, ponerme de su lado.

Qué gran oportunidad hemos desperdiciado para preguntarnos al unísono:

¿Por qué hay tantos tontos de los cojones que todavía votan a ETA?


PD: Otro día hablaremos de la ofensiva que prepara en Getafe UPyD (Unión Progreso y Demagogia)