jueves, 17 de enero de 2008

DESCONSOLADO

Estoy últimamente que no me hallo, deambulo por las calles como un zombi, sin rumbo, cabeza gacha y mirada perdida. La luz mortecina de este sol tiñoso de invierno tampoco ayuda demasiado a levantar el ánimo. Me siento solo, mi luz, mi faro, mi guía; David M. Pingarrón abandona PSG y, ahora, qué hago yo. Ni siquiera se ha dignado a dirigirse a mí, a preguntarme nada. Según lo ha pensado lo ha hecho, sin encomendarse a los que le queremos, le ayudamos y le damos ideas. Además de solo y abandonado, soy la viva imagen de la decepción ¡qué lástima!

Dirigí mis pasos titubeantes a la Universidad, fuente de sabiduría universal, en busca de alivio para mi alma atormentada y dolida. Estar rodeado de estas personas que irradian un aura de conocimiento y sensatez tan elegante, reconforta. Qué poco dura la alegría en la casa del pobre, a los diez minutos de posar mis pies en el templo del saber, Gregorio Peces Barba comienza su Clase Jubilar. El alma mater de la Carlos III, se va, se jubila. Increíble, ya no sé dónde voy a dar con mis huesos cansados.

Ya está, me dejo llevar por un arrebato cosmopolita y me encamino a Madrid. ¡Qué gran ciudad! ¡Cuántas casas! ¡Cuántos coches! ¡Cuánta gente! Definitivamente esto es lo que necesitaba, estar rodeado de personas que, como yo, se dirigen con mucha decisión hacia ninguna parte. Me detengo un momento ante un quiosco de prensa y, ahí están los periódicos, Gallardón dice que se va. Esto no puede ser casualidad ¿seré yo el responsable? ¡Mierda, soy el beso de la muerte! Allá por donde aparezco se produce una convulsión en la Fuerza que termina, irremediablemente, con alguien importante abandonando su puesto. Seguro que si me voy de crucero, el capitán sería el primero en abandonar el barco. Desolador.

Había pensado en matricularme en la Escuela de Circo de Carmen Duque pero, con mis antecedentes, acabaremos logrando los enanos más altos del mundo.

No hay comentarios: