sábado, 30 de agosto de 2008

NOVELA NEGRA EN GETAFE








Capítulo 5 (y último, que lo poco gusta y lo mucho cansa):


ENLAZANDO EL DESENLACE

El mármol de la escalera delataba el poder adquisitivo de los habitantes de ese edificio; el mármol, los apliques de bronce en forma de candelabro, los espejos con marcos dorados, la alfombra que protegía los escalones, el luminoso y ultramoderno ascensor y el detalle que da el toque de distinción a cualquier comunidad que se precie: un portero de finca urbana con uniforme.

- ¿Dónde va? Caballero - Preguntó el portero de finca urbana con ese tono, mezcla entre ceremonioso e inquisitivo con que preguntan los porteros de fincas urbanas.

- A casa de la señorita “S” - Respondió Emilio con suficiencia

- Aquí no vive ninguna señorita “S”

- Sí, en el ático. Los amigos la llamamos “S”, además, me está esperando.

- Un momento, por favor - El portero de finca urbana descolgó el teléfono y, en un tono de voz inaudible, pronunció unas breves frases, después colgó con gesto de fastidio. – Puede usted subir, es en el ático.

Emilio se dirigió al ascensor sin dar las gracias, le molestaba que le interrogaran aunque fuera para pedirle la hora, le molestaba no poner nombre a una cara que le sonaba rabiosamente, le molestaba la mirada profesional que le había evaluado en apenas dos segundos, le molestaba que hubieran desconfiado de él, un mentiroso profesional, cuando decía la verdad y, sobre todo, le molestaba ir a visitar a su cliente sin haber cumplido su objetivo: Rescatar el documento firmado por “S”. No obstante, no llevaba las manos vacías, había elaborado un dossier bastante completo con la información que ya conocía de antemano, la que había conseguido en esos días (y noches) tan intensos, los indicios que saltaban a la vista y las sospechas que se podían inferir. Todo fuera por el burbon y la cerveza.

La puerta del ático estaba entreabierta, sin duda, el aviso telefónico había alertado a “S” sobre su visita, de todos modos, tocó con los nudillos en la robusta puerta blindada que sólo emitió un tenue y sordo sonido.

- “S”, soy Emilio - Dijo mientras entraba.

- Pasa, estoy en la terraza.

Emilio atravesó el amplio y luminoso salón, decorado con caros muebles de diseño y salió por una de las amplias puertas que daban a la enorme terraza, los áticos de lujo es lo que tienen. En un sillón-tumbona, cómodamente sentada a la sombra de un colorido toldo, estaba “S” bronceada y sonriente, quien, con un gesto, le invitó a sentarse.

- Hola Emilio, pensaba que te habías olvidado de mí.

- Si piensas eso es que no me conoces, yo nunca olvido a una mujer ni a un encargo, por ese orden.

- Pues debes tener lleno el disco duro... ¿Quieres tomar algo?

- Una cerveza, por favor.

- ¿Sola o con burbon?

- Mejor con unas aceitunas que tengo el estómago vacío... y un cenicero.

- En esta casa no se fuma. - “S” entró en el ático por una puerta distinta a la del salón. Emilio se levantó y, acodado en la barandilla, inspeccionó el entorno, pensó que, con tantos accesos a la terraza, un día de viento debían volarse hasta las alfombras pero se compensaba con aquellas magníficas vistas, podría seguir a alguien por medio Getafe sin moverse del sitio. Ignorando el último comentario de su anfitriona encendió un cigarrillo.

- ¿Eres siempre tan maleducado? - “S” volvió a aparecer portando una bandeja con dos botellas de cerveza de marca, dos vasos, un plato de aceitunas y un cenicero que colocó en la mesa baja que había entre los sillones.

- Es un rasgo de mi personalidad

- No me esperaba menos. Por cierto, te pedí que fueras discreto y te presentas en mi casa, tú si que sabes cómo tener contenta a una mujer...

- Me lo dicen todas

- Déjate de vaciles y cuéntame ¿Has conseguido lo que te pedí?

- Imposible, no hay nada por ninguna parte y mira que he buscado en todos los lugares posibles: En el edificio nuevo, en la primera sede de la empresa, en las oficinas que tiene en el sector III, en las de Móstoles, en las de Toledo...

- ¿Y en su casa?

- ¿Tú guardarías documentos comprometedores en tu casa? Pues él tampoco, para mí que lo tiene todo en alguna caja de seguridad. Es decir, acceso imposible.

- ¿Entonces?

- Te he traído un dossier completito, completito - Y con desgana puso sobre la mesa una gruesa carpeta preñada de documentos: Informes de seguimiento, fotografías y fotocopias de extractos bancarios, escrituras, facturas, recibos y alguna que otra grabación.

“S” ojeó con interés y detenimiento el contenido de la carpeta y exclamó:

- Muy interesante pero ¿Para qué quiero yo todo esto?

- Si se le ocurre mover un dedo contra ti lo tienes agarrado por las pelotas

- No era lo que yo quería pero, a falta de pan...

- No es mala trayectoria para alguien que comenzó su experiencia empresarial como portero de un garito.

El timbre de la puerta empezó a sonar con una insistencia insolente, Emilio dirigió a “S” una mirada interrogativa y ella, encogiéndose de hombros con extrañeza le hizo un gesto para que permaneciera en silencio y sin moverse. Se levantó y se introdujo apresuradamente por la puerta del salón.

Tras la puerta apareció un Dani pálido, sudoroso y jadeante, sin duda había subido corriendo por la escalera y entró con la misma velocidad sin un saludo o una invitación a pasar. “S” cerró la puerta y volvió sus pasos al salón donde Dani caminaba de un lado a otro, como un oso enjaulado y hablaba compulsivamente.

- Me tienes que ayudar, “S”, me tienes que ayudar, por los buenos tiempos. Me tienen rodeado, todos, todos, todos. Me han puesto en busca y captura, me han destrozado el garaje, me siguen,, hasta mi fiel Torquemada me ha amenazado...

- Tranquilízate Dani, siéntate, respira hondo ¿Quieres un vaso de agua o algo?

- No puedo, tengo que hacer algo y tú me tienes que ayudar.

- Si no te calmas y me explicas lo que quieres...

- No puedo respirar, me asfixio, necesito aire.

Sin más explicaciones, un Dani espídico se dirigió a la terraza, atravesó las cortinas sin abrirlas y, ya en el exterior, quedó petrificado al ver a Emilio ojeando unas fotografías que le resultaban familiares. Desconcertado, sólo acertó a balbucear:

- ¿Qué, qué coño pasa aquí?

- Yo también me alegro de verte - Respondió Emilio con suficiencia.

Dani, en un movimiento eléctrico, arrebató de las manos de Emilio el dossier, se sentó en el borde del sillón y, presa de los nervios, empezó a revisar el contenido con manos temblorosas que apenas alcanzaban a sujetar los papeles. Cuando sonó el telefonillo Dani estaba arrancándose los pocos cabellos que le quedaban. “S” ya no sabía dónde dirigirse, torció el gesto y volvió a entrar. Al minuto volvió a la terraza.

- Era el portero, estaba preocupado por tu entrada a la carrera, le he dicho que no pasa nada pero él insiste en subir.

- Que se vaya

- Ya le he comentado que no era necesario, que eres un amigo que tenía prisa pero no da su brazo a torcer, como es nuevo querrá demostrar que vale para el puesto.

El portero de finca urbana ya atravesaba el transitado salón cuando “S” salió a su encuentro, de su pecho colgaba una extraña insignia dorada de gran tamaño, él se identificó reglamentariamente:

- Inspector Manrique, de la brigada de delitos económicos, la persona que acaba de entrar en su casa es un presunto delincuente, muy escurridizo, que llevábamos días esperando.

- E e está en la terraza

El inspector Manrique sonrió al ver a Dani sorprendido, enmudecido y con una jugosa carpeta de potenciales pruebas en su mano, le informó de su detención, de sus derechos, le ayudó a levantarse y le colocó las esposas. Dani, con la mirada perdida intentó torpemente ejercer de nuevo su faceta de encantador de serpientes que de tantos líos le había sacado.

- Yo sé muchas cosas de gente importante, si me sueltan lo cuento todo, sin dejarme nada.

- Mejor se lo cuentas al juez. - Salieron por donde habían entrado y “S” y Emilio, Emilio y “S” se miraron con incredulidad. Emilio reaccionó trabajosamente, ya sabía de qué le sonaba la cara del portero de finca urbana, esbozó una sonrisa y sentenció:

- Ahora si que me tomaré ese burbon.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo mucho cansa y lo poco gusta pero has terminado demasiado rápido. Espero que no te hayan dado un toque. Feliz vuelta de vacaciones.

Dr. De Luna dijo...

Has terminado demasiado rápido, has terminado demasiado rápido...

...Y la muy loba me dijo que no se lo iba a contar a nadie. Para que veas que no te puedes fiar de nadie