domingo, 5 de abril de 2009

HABLEMOS DE TORRIJAS


Fiel a su cita con la primera luna llena después del Equinoccio de Primavera, llega la Semana Santa.  Como dijo un amigo mío en una ocasión “Qué suerte, este año caen las fiestas en jueves y viernes y tenemos un pedazo de puente que te cagas”.  Disfrutémoslo.

 

La Semana Santa, en un país de rancias tradiciones como el nuestro, está cargada de tipismo que atrae a multitud de visitantes de todo el orbe quienes, al contemplarlas y nunca mejor dicho, se hacen cruces preguntándose si la exposición a tantas horas de sol no habrá afectado a nuestro entendimiento.

 

Dentro del amplio catálogo de usos y costumbres propios de estas celebraciones trataré de evitar centrarme en los aspectos más truculentos e ir directamente a lo verdaderamente agradecido para disfrutar plenamente de este “pedazo de puente que te cagas”.  Hablaré de Las Torrijas.

 

Las Torrijas están compuestas de materia y, como tal, la naturaleza nos las muestra en tres estados:  Sólido, líquido y gaseoso, que describiré atendiendo a su consistencia de menor a mayor. 

 

La Torrija Gaseosa, es decir, la compuesta por gases, encuentra su terreno abonado en el caso de las procesiones:  Gentes a miles con la mirada perdida, pupilas dilatadas, lazo blanco y gesto alelado que se pasan horas y horas respirando el humo que despiden los innumerables cirios, velas y lamparillas de que van provistos los Pasos que desfilan por nuestras calles.  Si ese humo afecta de esa forma a los espectadores, qué decir de los costaleros que no respiran otra cosa, qué explicación si no, se puede encontrar a que alguien en su sano juicio cargue durante muchas horas con cientos de kilos sobre sus hombros, produciéndose lesiones de por vida de las que presumen orgullosos.  Hace algún tiempo encontré un lugar donde vendían velas con la cera impregnada de muchos productos y aromas, entre otros la Marihuana.  He ahí la explicación, lo único que falta es que canten Saetas con música Reggae.

 

La Torrija Líquida es muy común y está extendida tanto por la geografía como por el resto del año aunque, en Semana Santa, también adquiere un protagonismo especial.  Caso paradigmático es el de un personaje al que no queda más remedio que cogerle cariño, se trata del Tomasito.  Tomasito era un simpático borrachín que vivía en León en los años 20; cuando llegaba el momento de las sobrias procesiones castellanas, él le ponía el puntito ebrio y desfilaba con gran éxito de crítica y público.  Su carrera terminó cuando, una mañana, durmiendo la mona (o la torrija) no vio venir el carro que recogía la basura.  Desde entonces, cada Viernes Santo, circula por León la Procesión del Tomasito de la que podemos afirmar que es la única que avanza en un zig-zag errabundo y nunca se sabe cuándo ni dónde termina.

 

La Torrija Sólida es una delicia gastronómica aunque, también, puede ser un problema.  Hace años decidí experimentar y hacer unas torrijas de chocolate para que las comieran los niños ¡Qué error!  Gustaron tanto que no sólo las piden los niños sino también los mayores y no sólo los mayores de casa sino que viene gente de otros pueblos, hasta tal punto que si quiero quedar bien con todos los que me las piden me tengo que meter en la cocina el Domingo de Ramos y salir el Lunes de Pascua.  Para evitar este estrés y aprovechando la religiosidad de estas fechas voy a tirar de Confucio:  No le des un pez, enséñale a pescar” y os voy a contar el truco (es tan sencillo que no merece ni llamarlo así):

 

-       Conseguir pan especial de torrijas u otro con una miga consistente del tipo pan de pueblo.  Utilizarlo mejor de un día para otro porque, al estar más seco, absorbe más líquido.

 

-       En un bol grande echar leche semidesnatada o desnatada tibia y sirope de chocolate en una proporción de un frasco pequeño por cada litro de leche.  También añadir miel y canela al gusto (para que no pierda el “Toque torrija”) y mezclar con una batidora hasta que quede una emulsión uniforme (la canela no se disuelve pero aprovechando la densidad del sirope y la miel queda bien repartida por todo el líquido).

 

-       Empapar bien el pan en este líquido oscuro y poner sobre un papel de cocina para que suelte el sobrante.

 

-       Rebozar con huevo y freir en aceite muy caliente.

 

No es difícil entender por qué les gusta tanto a los niños, lo de los mayores hay que explicarlo:  A la sensación placentera que aporta el alcaloide que tiene el chocolate debemos añadirle los efectos afrodisíacos tan interesantes que la canela tiene sobre el organismo.  A las chicas les encanta.

 

Si te entregas con prodigalidad a cuantos más tipos de torrijas mejor, te lo pasarás muy bien estas vacaciones, no te acordarás de mucho pero volverás con la agradable sensación de haberte divertido.

 

 

 

 

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