martes, 13 de enero de 2009

COSAS QUE NO HAY QUE HACER CUANDO NIEVA (O LA RISA VA POR BARRIOS)


Estamos inmersos en lo más crudo del crudo invierno que, según los expertos, va a ser muy corto pero ahora nos damos cuenta de que de la intensidad no dijeron nada y nos ha pillado con el paso cambiado y la calefacción al mínimo. Teniendo en cuenta la delicada salud de la Sanidad Madrileña, la tendencia que tienen las Urgencias a saturarse y la epidemia de gripe que nos está dejando en cuadro, no es cosa de echar más leña al fuego (¿) en forma de politraumatismos, fracturas y contusiones causadas por nuestra bisoñez al enfrentarnos a ese meteoro tan bonito como cabrón, la nieve. Los expertos (de nuevo) no se ponen de acuerdo en qué es lo que debemos hacer, aún así, podemos ayudar algo si definimos QUÉ COSAS NO HAY QUE HACER CUANDO NIEVA:

Ropa inadecuada:


A nadie se le escapa que cuando hace frío hay que abrigarse, es una sencilla reacción de supervivencia de la especie. Ese exotismo que vemos en los leñadores canadienses que van por los bosques con su camisa de franela remangada y desabotonada no debe engañarnos, son cosas de las películas, al igual que Rambo deambulando en taparrabos por las nevadas llanuras de Afganistán. Ahora bien, hay que elegir la ropa de abrigo con un mínimo de criterio. Ej.: El abrigo de pana, prenda de indudables virtudes estéticas, no es la más aconsejable de las alternativas. La nieve no es otra cosa que agua, en los límites de su punto de congelación, pero agua al fin y al cabo y no hay nada más pesado que un abrigo de pana mojado. Si cometemos esta imprudencia comprobaremos como nuestro cuerpo se va encorvando bajo toneladas de pana y agua en perfecta simbiosis, hasta vernos obligados a arrastrarnos por el suelo nevado con gran desdoro para nuestra imagen y, como consecuencia, para nuestra credibilidad.

Calzado contraindicado:

Con el calzado sucede algo similar a con la ropa y nos veremos obligados a convivir con dos conceptos no siempre complementarios: Estética y efectividad. Sería absurdo, a estas alturas, ni siquiera plantearse el uso de un calzado abierto del tipo sandalia, aunque hayamos encontrado en las rebajas alguna preciosidad tirada de precio. El crujir de los dedos del pie al flexionarlos para caminar nos dará una idea certera de lo equivocado de nuestra decisión. Los zapatos de tacón darán a nuestro caminar un aire poco grácil, cuando no ridículo, al hundirse en la nieve y hacernos parecer que, de un momento a otro vamos a caer de espaldas. Los zapatos habituales de suela lisa, aunque no llamen tanto la atención, tampoco son la mejor solución por su tendencia a resbalar y debemos afinar los sentidos para no caer: Si nuestros oídos detectan un sonido del tipo “Zip” y nuestra vista descubre los pies a la altura de los ojos, nuestro olfato nos dirá que la situación huele mal. De manera que con ese calzado se recomienda mucho tacto. Tanto se puede pecar por defecto como por exceso: El uso de crampones para una nevada urbana probablemente peque de exagerado, sobre todo si vamos a usar el transporte público.

La magia de los complementos:

Guantes (Imprescindibles, mejor no fumar), gafas de sol (toque snob, sólo si hay resaca), paraguas (el volar descontrolado de los copos hace su uso superfluo aunque, como bastón, ayuda), bolso (descargado de su peso habitual para evitar desequilibrios indeseados), gorro (a ser posible impermeable, las gorras de pana tienen un pésimo efecto sobre las cervicales)

Actitudes de riesgo:

Nunca, insisto, nunca caminar con las manos en los bolsillos, un inopinado resbalón pondrá a prueba la resistencia de nuestra estructura facial. Ya hemos comentado que el uso recomendado del paraguas sea el de apoyarse al caminar. Especial precaución hay que tener para no cargar todo el peso sobre él cuando lo introduzcamos por una alcantarilla oculta por la nieve.

Debemos llevar bien sujeto al niño que llevamos dentro. Una carrera descontrolada presos de la emoción del momento puede tener consecuencias traumáticas para nuestro orgullo. En alguna película hemos visto el bonito efecto que queda en el suelo después de hacer El Ángel (tumbarse sobre la nieve y arrastrar los brazos extendidos desde la cabeza hasta los costados), es muy desagradable descubrir que, bajo la nieve, se ocultaban unas traidoras heces de perro que han dejado su marca indeleble en nuestro vestuario. Los bolazos y la construcción del muñeco tienen inevitables consecuencias en nuestra dignidad y alguna que otra lumbalgia.

A la hora de viajar:

Recomendamos encarecidamente el avión, estar cómodamente resguardado y calentito en la T-4 de aeropuerto de Barajas es una experiencia digna de consideración (45.000 usuarios no pueden equivocarse). Si nuestra alternativa es el coche lo mejor es prescindir de la conducción temeraria y aplicar la denominada “Temerosa de Dios”. Un último consejo: El ballet no se practica en coche.

¡Hala! Cómo nieva ahora...

Me voy corriendo a jugar y tirar unos bolazos...

No hay comentarios: