domingo, 26 de octubre de 2008

NOVELA NEGRA EN GETAFE. Epílogo.


Una vez transcurrido algún tiempo desde la publicación del último capítulo, la vida sigue. Sigue para nosotros, embarcados en una crisis de proporciones bíblicas y sigue para los personajes de está ficción con retrogusto a Getafe. Al igual que esas películas que, tras el final, te desglosan telegráficamente cuál ha sido el devenir de sus protagonistas, hagamos un divertido ejercicio de proyección al futuro de las vidas y obras de nuestros amigos ficticios.

Emilio, el detective: En su continuo vaivén de pedo a resaca, en las brumas que pueblan su cabeza sigue salvando a bellas mujeres de las garras de delincuentes despiadados que las oprimen, maltratan y desprecian. Como la cerveza y el burbon están por las nubes, ha hecho negocio investigando para empresas de cobro de morosos, que han recuperado su esplendor perdido, y ha puesto un nuevo despacho en un céntrico local que antes ocupaba una inmobiliaria. El vetusto y destartalado Ibiza blanco que le acompañó en tantas aventuras ha sido sustituido por otro Ibiza blanco dotado con lo último en tecnología: Aire acondicionado, elevalunas eléctricos, radio con cd y GPS. Sigue durmiendo vestido, por pura desidia, aunque ahora con ropa de marca.

“S”, la mujer misteriosa: Varios fracasos en el mundo empresarial y profesional no han conseguido desanimarla y su mente prolífica continua pergeñando proyectos para alcanzar el reconocimiento público que, sin duda, merece. Ahora está ultimando los detalles de una novedosa publicación que recoja las noticias más importantes difundidas por otras publicaciones, algo así como un zapping pero en papel. A la espera de que esta iniciativa (u otra posterior) cuaje, se entretiene en hacer bolos por ahí y echar una manita en el negocio familiar. Qué injusta es la vida para quien obra de buena fe y con inocencia, dejando a un lado todo atisbo de rencor y resentimiento.

Dani, el promotor despromocionado (y desproporcionado): Ha cambiado, sus anteriores y frecuentes visitas a restaurantes de alto standing, clubes de alterne, casinos y demás locales de moral laxa y vida disipada se han trocado en visitas al juzgado cada quince días. De manera pausada, sin ninguna prisa pero implacablemente, como todo lo que él hace, se va labrando un futuro en la televisión mediante la aparición en, cada vez más, programas en directo que abordan con toda su crudeza dramas humanos que afligen a los ciudadanos de a pie. Hay quien afirma que, de seguir así, acabará teniendo una sección fija en algún espacio de estas características o, quién sabe, un programa propio. Del dinero sigue sin saberse nada y, lo último, se rumorea que le ha pedido su aportación hasta su amigo imaginario. Seguirá dando que hablar.

“El Sapo”, el hombre del poder (¿notarial?): La patada hacia arriba que recibió su carrera no le ha hecho ninguna gracia y se aburre. Ha dejado de tener reuniones diarias con los que manejan los hilos, ya no le invitan a comer los que parten el bacalao, le llega muy poquita información privilegiada y eso ha reducido su cuota de poder al nivel de un jubilado de provincias en una reunión del G8, en resumen; no le llaman, no le escriben, ... y, para más INRI, después de haber invertido un dinero en trajes de marca, camisas con las iniciales bordadas y corbatas exclusivas; ahora trabaja con una bata blanca, como un asalariado cualquiera. Los peones de brega que le servían fielmente le han dado la espalda y; sin nadie a quien manipular, amenazar o chantajear; sus vecinos de comunidad de propietarios están seriamente preocupados. Se temen lo peor y con razón.

Charly ¿Quién teme al lobo feroz?: Su conmilitones le han perdido por completo el respeto. Su, otrora sacrosanto, despacho es el lugar preferido para perpetrar todas las bromas, maldades o, directamente, putadas que se cuecen por ahí: Le han instalado un programa espía en el ordenador, un corrector ortográfico en castellano antiguo, le han derramado Super-Glue en las plantillas de los zapatos, han mandado anónimos amenazantes con su membrete a la Casa Real y, el colmo de la crueldad, han inyectado un extracto de ortigas en su crema para las hemorroides. Después del fiasco de los terrenos del Bercial, aconsejó a su malhumorada madre que confiara sus ahorros a la alta rentabilidad de Lehman Brothers. Cuando la fatalidad se ceba con alguien...

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